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Red Internacional

Continuamos el debate de la deuda externa en la serie de los “mitos económicos”, de La Izquierda Diario. Se escucha muchas veces que “las deudas se pagan y Argentina debe cumplir con sus compromisos”. Pero, ¿quién y por qué los asumió?.

Miércoles 21 de octubre de 2015 | 12:35

Ya no hace falta remontarse al default de enero de 2002 en que Argentina incurrió en una cesación parcial de pagos de la deuda externa, luego de la jornada de movilizaciones masivas y combativas de diciembre de 2001 en el marco de la crisis económica y del propio régimen político. El debate sobre la legitimidad del pago de la deuda externa tomó vida nuevamente cuando los trabajadores del mundo entero vieron en directo la capitulación del gobierno de Syriza en Grecia ante la “troika”, contradiciendo la voluntad mayoritaria del pueblo griego que se posicionó en contra de un nuevo saqueo.

Mientras tanto, aquí el gobierno de los Kirchner trabajó lentamente todos estos años, reestructuraciones y pagos millonarios mediante, para reinstalar la idea de que es un buen síntoma que la Argentina pueda volver a los mercados de crédito internacional. Y para volver, efectivamente. Pero el conflicto con los holdout no sólo demoró este intento de “recomposición”, sino que puso de manifiesto que aún está latente el cuestionamiento social al endeudamiento externo y a su pago incondicional. A días de la elección presidencial, Scioli, Macri y Massa se pelean por ver quién lo borra de un plumazo y profundiza el sendero de endeudamiento que los Kirchner dejaron allanado.

Anteriormente señalábamos la falacia de que con una suspensión unilateral de los pagos de deuda, como propone el Frente de Izquierda y los Trabajadores, “los mercados” nos castigarían llevándose sus inversiones del país, lo que generaría mayores problemas a la economía. Sin embargo, quedó pendiente debatir en torno a qué se habla cuando se habla de deuda externa, ¿se trata de un préstamo como cualquier otro? ¿Existe tal cosa como una deuda soberana? ¿Quién asumió esos “compromisos”?

“Los compromisos deben cumplirse”

Que el pago de la deuda externa es un compromiso de todos es una gran emboscada. Lo primero a señalar es que el gobierno kirchnerista retomó en el año 2005, con la primer reestructuración de deuda impulsada por Néstor Kirchner y Roberto Lavagna (hoy candidato de Massa), el ciclo de endeudamiento que se inició fundamentalmente en la dictadura militar genocida de 1976. Este es un ciclo fraudulento de raíz. Las dos causas judiciales a partir de la querella de Alejandro Olmos Gaona mostraron que la deuda contraída desde 1983 en adelante es consecuencia de la deuda tomada en dicho gobierno dictatorial, cuyo objetivo fue atacar a la vanguardia obrera y aplicar el ajuste más feroz de la historia argentina sobre los trabajadores. No puede esperarse mucha legitimidad de dicho proceso. Esto contrasta con los beneficios que obtuvieron distintos sectores capitalistas que comenzaron a fugar los dólares del país.

Recientes investigaciones están demostrando no sólo la complicidad de las grandes empresas con el terrorismo de Estado, sino directamente que las corporaciones empresariales y financieras realizaban el dictado de leyes a las Fuerzas Armadas, como las de Entidades Financieras, la ley de Inversiones Extranjeras y la de Descentralización de depósitos.

Por si fuera poco, empresarios como los Macri obtuvieron el regalo formidable de la estatización de la deuda privada que llevó adelante Domingo Cavallo en el año 1982 cuando estaba al frente del Banco Central. Bruno Nápoli, autor del libro “La dictadura del capital financiero”, señaló ayer en Página 12 que “Las 500 principales empresas de la Argentina tomaron deuda en dólares y le avisaron al Estado que no la iban a pagar. El Estado se hizo cargo en un proceso de tres pasos: seguro de cambio, una deuda consolidada y finalmente la nacionalización de la deuda. Así se pudieron enriquecer. Todos esos préstamos en dólares los terminó pagando el Estado”.

La deuda que siguieron contrayendo luego Alfonsín, Menem y también De la Rúa estuvo vinculada a la que se generó en ese período, lo que fue admitido por el funcionario Jorge Rodríguez, Director del Departamento de Deuda Externa del Banco Central en el gobierno de Menem. Entre 1976 y 1983 la deuda externa se multiplicó por 10. Luego vinieron el Plan Brady de 1992 que favoreció ampliamente a los acreedores tomando títulos a valores nominales cuando su precio de mercado era del 18%, el “blindaje” de De La Rúa y Machinea, el “megacanje” del mismo De La Rúa y el retornado Cavallo, y con Kirchner las reestructuraciones de 2005 y 2010.

La convertibilidad cambiaria de los ´90 y la masiva fuga de dólares se sostuvo a base de privatizaciones y endeudamiento, que una y otra vez terminó costeando el pueblo trabajador en los sucesivos pagos de los servicios de deuda. No se trató de una deuda contraída, como argumentan muchos, para solventar el déficit estatal sino para facilitar la fuga de divisas. Esa es la verdadera lógica. En Argentina los peores momentos económicos se empiezan a delinear siempre como consecuencia del pago de la deuda, no precisamente del “no pago”.

Paradójicamente, quien realizó el mayor volumen de erogaciones fue el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner abonando con dólares contantes y sonantes que podrían haberse puesto a disposición de una verdadera transformación estructural de la economía en función de las necesidades sociales. El problema, es que si bien puede haber períodos entre crisis donde la deuda parece “pagable”, a la larga adquiere cada vez más un peso creciente en el PBI y el presupuesto público y vuelve a ser impagable. Desde 2011 se evidenció que los dólares de la soja son insuficientes para costear la balanza de pagos afectada por la fuga y los servicios de deuda, lo que presionó al gobierno para volver a la bicicleta financiera. Hoy la deuda sigue rondando los 220 mil millones de dólares.

Algunos sostendrán que debe evaluarse que no todos los acreedores externos son “buitres”, y que por tanto es legítimo no pagarle a los holdout pero sí debe pagarse al resto de los acreedores que accedieron a los canjes de bonos. Dejamos esta cuestión para una próxima entrega de Mitos económicos en La Izquierda Diario.


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