Se presentó ayer Ambidiestra. Historias de Córdoba por derecha y por izquierda, el tercer libro del periodista Juan Cruz Taborda Varela luego de La ley de la Revolución. Biografía política de Gustavo Roca (2016) y El corazón sobre sus ruinas. Crónica de una reforma que fue revolución (2018).
Carolina Scotto y Enrique Orchansky oficiaron de presentadores para el público que colmó (hasta donde lo permitió el respeto de los protocolos) el patio Mayor del Cabildo.
En el libro, Taborda propone un recorrido por 17 historias, itinerarios personales y familiares que contribuyen a hilvanar la trama de una Córdoba constituida bajo el signo de las contradicciones y polarizaciones sociales, políticas e ideológicas. Desde Raymond Wilmart, el enviado de Karl Marx a América latina, pasando por Ofelia Grandoli, la mujer reformista olvidada por los libros de historia, Juan García Elorrio, fundador de Montoneros y tío del actual referente del conservadurismo eclesiástico Aurelio García Elorrio, hasta los García Montaño, representantes del rancio patriciado cordobés, entre otros.
El recorrido se presenta como un acto de exhumación no sólo de esas trayectorias personales (algunas de las cuales son poco conocidas, como el caso de Elvira Ellacuría, esposa del gobernador radical Santiago H. del Castillo y única primera dama desaparecida de la historia argentina) sino fundamentalmente de esa Córdoba cuna del conflicto y las tensiones que hoy aparece aletargada en la meseta del "cordobesismo".
En su presentación, y en el prólogo del libro, Taborda explicita que escribe desde la insatisfacción, desde la incomodidad que produce una Córdoba actual en estado de letanía política y cultural. Una Córdoba sumida en el unanimismo que supone el triunfo del consenso, la muerte de la política. Que se configuró como el territorio del "todos de acuerdo", en una suerte de Pacto de la Moncloa mediterráneo, a condición de no exhumar los muertos de su pasado histórico. Una Córdoba que aburre, dice Taborda. Que limita los términos del disenso y lo rebaja a la condición de disvalor.
Teniendo aún pendiente la lectura de libro, recogemos aquí la invitación realizada en la presentación a reflexionar sobre ese estado de insatisfacción que produce la Córdoba actual.
Con buen olfato periodístico, Taborda capta y dialoga con un espíritu de época provincial: la sensación de agobio, de hastío, donde todo está adentro del régimen bipartidista y es fagocitado bajo los términos de sus propias coordenadas políticas. No está de más recordar que desde el retorno de la democracia, los principales proyectos que buscaron postularse como una superación del bipartidismo terminaron asimilándose a alguna de sus dos almas: el juecismo en el radicalismo, y el kirchnerismo en el peronismo de signo conservador que hace décadas gobierna la provincia. En este último caso, significó un abandono creciente de las calles en aras de la preservación de la gobernabilidad y una inestimable colaboración a la pasivización social.
Pero si desde una mirada superficial podría suponerse que "acá no pasa nada", lo cierto es que hay una Córdoba que habla una y otra vez el lenguaje de la lucha y la oposición social. Surgen nucleamientos de trabajadores en sectores hostiles como limpieza, como las distintas ramas precarias donde se concentra la juventud. Los sectores subalternos buscan colarse por las distintas hendijas, construyen sus canales de comunicación y coordinación para romper ese consenso que todo lo agobia, pero tienen enfrente a una cerrada unidad del régimen, que ante todo se alimenta de los "dadores voluntarios de gobernabilidad." Dadores que aportan lo suyo para que el régimen se presente como la Hidra de Lerna, que actúa con múltiples cabezas (políticas, sindicales y sociales) obrando coordinadamente para poner todo en su lugar y que nadie saque los pies del plato de la normalidad sojera, multinacional y eclesiástica, almas de la democracia cordobesa realmente existente.
El auténtico Pacto de la Moncloa
En su presentación, Carolina Scotto hizo referencia a cómo el tradicional y conservador patriciado cordobés sigue permeando capilarmente todas las estructuras de poder de la provincia: las universidades, el poder judicial, el poder político, la Iglesia. Una definición indiscutible, pero que dice poco sobre los actores y políticas que contribuyen al fortalecimiento de ese poder.
Hoy 27 estudiantes universitarios están procesados y enfrentando un pedido de juicio por haber protagonizado una toma pacífica en el contexto de una lucha universitaria nacional. La causa, donde se les imputa el delito de usurpación, fue iniciada por el juez Miguel Hugo Vaca Narvaja, hijo del Vaca Narvaja secuestrado y asesinado en la penitenciaría de San Martín en 1976 e identificado con la defensa de los derechos humanos. Una metáfora de cómo el progresismo es crecientemente fagocitado por el conservadurismo (en este caso, hasta pre-refomista), aportando lo suyo para que la Córdoba ambidiestra sólo escriba con la mano derecha.
A su modo, la precariedad del campo intelectual, que hace rato no produce debates de peso ni se piensa desde un proyecto político-social radical, refracta este clima cada vez más enmohecido. Por eso son bienvenidos libros como los de Taborda, que invitan desde la reflexión histórica a pensar las insatisfacciones que sentimos con la Córdoba presente.
Hace varias décadas, José Aricó definió a Córdoba como una "Turín argentina", no sólo por ser un polo dinámico de producción automotriz, sino por una fluida comunicatividad social y política entre el mundo intelectual y el mundo del trabajo que alumbró fenómenos de radicalización tanto en el movimiento obrero y estudiantil como entre la intelectualidad. No se trata de que Córdoba presente hoy una fisonomía económico-social, menos aún política o intelectual, idéntica a aquella; sino de que sigue siendo necesario mirarla desde los ojos de esa otra clase.