En la tercera audiencia se proyectaron los testimonios de ambas sobrevivientes, piezas fundamentales para el juicio. Su incansable lucha y su memoria, presentes.
Durante la mañana del martes se desarrolló la tercera audiencia en el juicio que comenzó el 27 de octubre por los crímenes de lesa humanidad perpetrados en los centros clandestinos de detención Pozo de Quilmes, Pozo de Banfield y Brigada de Lanús conocido por el nombre que le eligieron los propios genocidas “El Infierno”.
La audiencia comenzó con la proyección del testimonio que en 2006 brindó Adriana Calvo en el juicio a Miguel Osvaldo Etchecolatz. Se trató de una declaración muy completa producto de una intensa tarea de investigación de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD) de la cual ella era la titular. Investigación que no ha realizado el propio Estado.
En la exposición primeramente explicó, mostrando planos, de qué se trató el Circuto Camps, los nueve partidos del conurbano bonaerense que lo integraban junto a La Plata y que estaba integrado por al menos 27 centros clandestinos de detención. Ella aclaró: “Digo al menos porque esta actualización es permanente” y de hecho luego se descubrieron dos más. Explicó así mismo la dependencia militar del ejército de los centros clandestinos del mencionado circuito y las zonas, subzonas y áreas en las que se organizaban.
Adriana: "No voy a parar hasta que los genocidas vayan a la cárcel"
Adriana Calvo estuvo secuestrada en la ciudad de La Plata en Brigada de Investigaciones de La Plata, destacamento de Arana y Comisaría Quinta. Luego en el Pozo de Banfield. Explicó que la Brigada de La Plata era un sitio de prisión temporaria de las personas secuestradas que implicaba la entrada al circuito represivo y funcionó como centro clandestino de detención desde Mayo de 1976 a Noviembre de 1978 de acuerdo a la reconstrucción realizada por la AEDD.
Con una gran fortaleza e integridad relató el parto de Inés Beatriz Ortega en la Comisaría Quinta, contando que algunas de las compañeras como ella que estaban compartiendo el cautiverio la contenían al lado y otras durante horas golpeaban la puerta de chapas llamando a los guardias. Así mismo mencionó el secuestro de una mujer con su hijo que luego fue apropiado y la hija de la vecina que también fue apropiada, recuperadas sus identidades años después.
Posteriormente relató el parto de su hija Teresa. Ahora ella se encontraba en la situación que antes estaba Inés, e Inés la ayudaba a ella en el trabajo de parto y otra vez, sus compañeras durante horas golpeaban la puerta de chapa para llamar a los guardias. La subieron a un patrullero, tenía las manos atadas por detrás de su cuerpo y los ojos vendados.
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Así, en el asiento trasero nació Teresa. Pararon en la banquina y ataron el cordón umbilical con un trapo. Siguiendo por la ruta a toda velocidad, vio el cartel luminoso del laboratorio Abbot. Teresa se cayó, Adriana pedía por favor que se la dieran y nunca lo hicieron. Le preguntaron a un hombre que esperaba el colectivo por una calle, el señor se inclinó ante la ventanilla y las vio a ella y a Teresa llorando. Adriana no tuvo dudas que estaban yendo al Pozo de Banfield, del que había escuchado que era un lugar aún peor.
Cuando llegaron Bergés – quien apagó la cámara durante la audiencia virtual- le cortó el cordón umbilical y ordenó que la subieran. Adriana subió con Teresa en brazos, le quitan el tabique diciéndole que ya no le iba a hacer falta; era Bergés.
Adriana, con mucha emoción, expresó lo indescriptible de la enorme solidaridad de sus compañeras, todas sabiendo que corrían el peligro de que se las llevaran, tuvieron una actitud fantástica. Relató que en Banfield se comía muy poco y que el hambre era terrible.
“En 13 días que estuve nos dieron 2 ó 3 veces, nos daban caldo al que luego supimos que les sacaban los huesos de pollo. Yo la primera vez comí con desesperación y una compañera me dio su comida, y eso ocurrió las otras veces. Ellas dejaban de comer para que yo pudiera alimentar a Teresa. En otra oportunidad teníamos piojos todas incluida Teresa. Los guardias querían poner pastilla de gamexame y vinieron a pedirme a Teresa para que no le haga mal según ellos. Yo la abracé fuerte con mis brazos y me fui para atrás y les dije que no se la llevaban y veinte compañeras se pusieron delante mío gritando como leonas: No se la llevan. Era imposible que se la llevaran sino nos mataban a todas, formaron una muralla humana".
Estos son algunos de los tramos de su extenso testimonio. No dejó de señalar lo difícil de la reconstrucción de los hechos dado el carácter clandestino de la represión y que el Estado no hizo nada, no investigó. Exigió que el Estado abra los archivos, exigencia que volvemos a repetir desde los organismos 14 años después de su testimonio y 44 desde el inicio de la dictadura.
Manifestó que las y los sobrevivientes estaban destinados a ser correa de transmisión del horror, señalando que es notable la proporción de liberades, y que esto era parte del plan sistemático, el mandato del represor de que cumplan un papel muy específico: por un lado, decirle a los familiares que sus hijos estaban vivos, lo cual paralizaba porque reclamar, exigir podía ser perjudicial y por el otro, transmitir las terribles torturas a las que era sometides quienes eran secuestrades.
Quiénes eran liberades era azaroso. Podía ser por relaciones de los guardias y simultáneamente hubo familias que han llegado incluso a las juntas y no consiguieron la liberación de sus familiares. Los genocidas querían que se supiera que la gente podía estar mucho tiempo secuestrada en los campos, lo que no previeron es que además de contar íbamos a exigir justicia.
Cristina: "Que se conozca la historia, por qué se luchaba"
Luego se transmitió el testimonio de María Cristina Gioglio en el juicio de Circuito Camps durante 2012. Al igual que el testimonio de Calvo, Gioglio dio detalles pormenorizados de su secuestro, ocurrido el 6 de diciembre de 1977 en Ranelagh, en el marco del operativo “Escoba” (operativo contra militantes del PCML – Partido Comunista Marxista Leninista-) y su paso por distintos centros clandestinos.
Como primer lugar de detención nombra a la Brigada de Quilmes, conocida como Pozo de Quilmes, donde permaneció dos días junto a otros 14 compañeros a los cuales mencionó uno por uno. Reconoce el lugar por el testimonio de una compañera quien fuera trasladada al hospital de Quilmes por un fuerte ataque de asma.
A los dos días es trasladada al destacamento de Arana, en las afueras de La Plata, lugar que describe como un centro de tortura permanente “durante el día y la noche, realmente era un infierno, traían tanta gente que se repartían y hacían aparte de la tortura con picana eléctrica, hacían inmersión, submarino”.
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Grafica el tenor del terror que allí se vivía, al señalar que luego de haber castigado brutalmente a Raúl Bonafini y dejarlo tirado en la letrina del sector de calabozos, el represor se mete a la celda donde se encontraban las mujeres y les dice: “ya estoy muy cansado pero mañana vengo por ustedes”. Así mismo deja de manifiesto la conexión entre las distintas fuerzas al mencionar el episodio donde Bonafini es trasladado por la Marina al centro conocido como La Cacha.
Durante la proyección del testimonio de Cristina Gioglio, puede verse cómo Miguel Etchecolatz, sentado detrás de la sobreviviente, es retirado del recinto para ser revisado por el cuerpo médico aduciendo malestar, táctica que se reiterará a lo largo de los años y de los juicios en su contra, a fin de dilatar y entorpecer los procesos judiciales.
Con gran firmeza y siendo clave para la reconstrucción de lo sucedido en los centros clandestinos, Cristina menciona los nombres o, en algunos casos, detalles característicos de las personas que estuvieron detenidas junto a ella como así también de varios torturadores. “En mis testimonios nombré aproximadamente a 16 personas, muchos de ellos están muertos, cuatro de ellos están acá. Y no entiendo por qué hay otros que no están ni muertos ni acá; una pregunta a lo que todavía no le encontré respuesta”.
Incluso menciona la presencia de un sacerdote que la interrogó con el fin de que “prestase colaboración”, luego sabría que se trataba del cura Astolfi, director de la escuela San Benjamín de La Plata.
Cumpliendo un mes en Arana, y asado de por medio con integrantes de la Brigada, deciden el traslado de Cristina a la Comisaría 1° de La Plata, con la siguiente amenaza: “Olvidate de todo lo que viste, de todo lo que viviste porque para vos no hay segunda vez”. Allí estuvo hasta fines de julio, es anotada en los libros del establecimiento pero ella seguía desaparecida “nadie lo sabía, ni siquiera el comisario”.
El 28 de mayo sale publicada en el diario El Día su detención a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, legalmente acababa de ser detenida después de seis meses.
Vuelve a ser trasladada a la Brigada Femenina a fines de julio por una semana para luego ser llevada al penal de Villa Devoto donde estuvo hasta el 4 de agosto de 1981. Luego es liberada.
Ambos testimonios fueron y son una pieza fundamental para este juicio del cual se habían constituido como querellantes. Su lucha es el legado para seguir el camino de la pelea contra la impunidad de ayer y hoy.
Durante la próxima audiencia se transmitirán los testimonios de Nilda Eloy, sobreviviente de seis centros clandestinos de detención y referente de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos y del sobreviviente Alcides Chiesa. La misma se llevará adelante de manera virtual el martes 17 de noviembre a las 10hs y será nuevamente transmitida por La Izquierda Diario en vivo desde el canal de Youtube del Centro de Información Judicial (CIJ). Desde el CeProDH, integrante de la querella de Justicia Ya! convocamos a acompañar el juicio.