Mundo Obrero
RELATO
¿Qué sería de los Berni si tuviéramos sindicatos clasistas?
El desalojo de una toma de tierras desata la furia y solidaridad obrera. El ministro y los comisarios debaten cómo sostener el operativo. Todos cuentan fuerzas, hacen cálculos. Un relato sobre el poder de la clase obrera y un destino posible.
Miércoles 4 de noviembre de 2020 | 22:25
Ya es medianoche cuando el ministro de Seguridad baja de su helicóptero al centro de operaciones. Lo esperan 10 comisarios.
Sánchez es el de mayor rango y toma la posta. El resto mira hacia abajo. Se pone en modo castrense y arranca
El ministro traga saliva. Mira la cara de los comisarios que levantan los hombros y suspiran como una coreografía ensayada.
Sánchez se apura pero no se traba, leyó los informes 5 veces hasta creerlos.
Sánchez sabe interpretar el silencio.
Sánchez sigue interpretando el silencio.
Por fin alguien se apiada de Sánchez y lo deja tomar un vaso de agua.
El ministro suspira.
El ministro balbucea, los comisarios acercan la cabeza en un intento por escuchar. Mientras escuchaba el relato de sus hombres, fue poniendo más muñecos, camiones, obstáculos, fue cambiando muñecos de bando, trazando rutas distintas en un laberinto de rayones que ni él entendía ya. Los muñecos azules ya le parecían menos que los de otros colores.
El ministro mira el techo. Suspira otra vez. Le pega una cachetada a la mesa y el desaparramo termina con los comisarios agachados atajando “fuego amigo”. La réplica de la casilla con la bandera “tierra para vivir” se tambalea, se tambalea, pero queda de pie.
***
Esta situación, estos hechos, estos diálogos, no ocurrieron aún. Es posible que, cuando ocurran, no sean exactamente iguales. Pero son totalmente posibles. Eso es lo importante.
La principal explicación de que aún no hayan sucedido está en que las organizaciones obreras, las que deberían defender los intereses de toda la clase trabajadora, están en su mayoría en manos de la burocracia. Las cúpulas peronistas han convertido a nuestros sindicatos en apéndices del Estado, los han debilitado como armas para enfrentar a los empresarios; pero además, los han vaciado hasta representar a un sector importante pero minoritario de la clase trabajadora, donde los contratados, quienes están “en negro”, precarios y desocupados, las mujeres y los jóvenes, son olvidados, ninguneados. A ellos, a ellas, fue a quienes primero pegó la crisis, hasta dejarlos en la calle y empujarlos a tomar tierras. Son quienes han provocado a los poderosos en Guernica, Rafael Castillo, Centenario, San Salvador.
Han ayudado a dividir a la clase más poderosa, la que hace funcionar el país y puede detenerlo si la causa lo merece. La que si despliega todas sus fuerzas puede desafiar a los perros guardianes de los countries. Aunque el resultado de la batalla no esté dicho de antemano.
Otras corrientes, que no son esas burocracias empresarias, se conforman con pelear por salario. No quieren pelearse con ese sentido común con que la burocracia, cada día, busca adormecer la conciencia y solidaridad de clase.
Los clasistas pelean para que pasen cosas como las que cuenta esta historia. Pelean por mucho más. Pelean por terminar con un mundo de asentamientos y countries, pero mientras tanto, cuando sus hermanos y hermanas más precarios se la juegan, están ahí. Y hacen todo lo que pueden para que esa pelea gane. Para alentar a quienes se rebelaron, para darles confianza en sus fuerzas, para que elijan las asambleas como la mejor manera de que todas y todos participen y decidan sobre su lucha. Para que no empiecen de cero sino que retomen las mejores tradiciones de su clase, como la huelga de los alquileres previa a la revolución en España o la huelga de los inquilinos en nuestro país.
Y también buscan, de todas las maneras posibles, que sus compañeros y compañeras de trabajo se sumen a esa pelea. Que entiendan que hoy dejan a esas familias en la calle y mañana serán ellos.
Entre otras cosas, para eso hay que recuperar los grandes sindicatos. Para los momentos que vienen. Porque la crisis volverá a plantear una y otra vez los mismos problemas. Para que ganen los nuevos Guernica. Para que historias como estas sean realidad.
¿Y ahora qué hacemos?
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