Cultura
ENTREVISTA // CINE
El eslabón está realmente podrido
Una entrevista al realizador Valentín Javier Diment, a propósito de su último estreno de ficción "El eslabón podrido"
Viernes 24 de junio de 2016 | Edición del día
El eslabón podrido es una película de terror, muy buena y muy fuerte. ¿Cómo elegiste el guión? ¿En qué te inspiraste y por qué el nombre?
Unos años después, cuando terminé La memoria del muerto, a la hora de decidir cómo seguir, recordé ese argumento. Y me volvió a interesar aunque por motivos diferentes: cuando recién lo pensamos el acento estaba puesto sobre todo en el terror, el gore. Y cuando lo volví a agarrar, encontré que al margen de eso, me daba la posibilidad de reflexionar sobre un amplio abanico de temáticas que me resultaban muy interesantes: el abuso, el dolor, algunas dinámicas de la explotación, los límites a esas cosas y las explosiones que pueden provocar, etcétera.
Así que nos volvimos a juntar con Sebastián y lo reescribimos. El título era otro. Pero después recuperé un título que 30 años atrás me había sugerido Mariano Fiszman, escritor y amigo, para un cortometraje que nunca terminé. Y acá le funcionaba muy bien, porque en vez de cerrar, abre sentidos, y eso me encanta.
En El eslabón podrido hay un clima asfixiante, de encierro. Recuerda a Horacio Quiroga
El cine de género está creciendo en Argentina. ¿Quiénes fueron y son tus influencias?
Y mis influencias son muchas y de lo más diversas, me gusta todo el cine la verdad, me gusta Carpenter y Buñuel, Casavetes y George Romero, Leonardo Favio y el grupo Farsa, qué sé yo… De todo, y todo me influencia, la verdad. Un autor que sigo de cerca últimamente es a Jacques Audiard, que propone un cine de anclaje popular pero con un alto nivel de reflexión y opinión sociocultural. Películas como Un Profeta, De óxido y hueso, o la última que estrenó Dheepan, me parecen interesantísimas y estimulantes.
Me encanta pensar que algunas personas, viendo una película mía, puedan emocionarse, entusiasmarse, vibrar, pensar, y que después eso se incorpore a su conciencia, y pase a formar parte de ese mundo que es esa persona
¿Puede ser que tu película, que entra dentro del género gore, busque indagar también el problema del machismo y la sociedad patriarcal?
También podemos pensar una cuestión política ante la siguiente situación de la película: al poder le sirven dos cuestiones, que los integrantes de una comunidad no se comuniquen de persona a persona, sino de condición a condición (por ejemplo ella es una puta, no es Roberta, que siente y piensa tal o cual cosa; él es un bobo, no es una persona preocupada por tal o cual cosa), porque eso hace que no hayan desvíos en la máquina productiva; y por otro lado están muy interesados en que los más marginales miembros de una comunidad se mantengan en la ignorancia, no accedan a la razón, porque eso les sirve para manipularlos de un modo más sencillo y pleno.
El problema es que si un representante de esa “lógica ignorante” reacciona, va a reaccionar según su lógica, no según la de los dueños de la torta, por lo que después no le pueden ir a reclamar que reaccionaron ilógicamente. Y lo que lleva a esas reacciones “ilógicas”, tantas veces lamentablemente destructivas, es el dolor, que los que mandan ni son consientes siquiera de estar propiciando.
En un contexto tan difícil como es hacer cine en general y en especial en Argentina, ¿qué te motiva a seguir filmando?
La idea de poder generar en otros lo que los libros y las películas me generaron a mí, esos niveles de estímulo, entusiasmo, pensamiento, goce, discusión, enemistad incluso, esas maneras de exponer cosmovisiones, de dar a conocer las profundidades del ser humano y los misterios de la historia…
Me encanta pensar que algunas personas, viendo una película mía, puedan emocionarse, entusiasmarse, vibrar, pensar, y que después eso se incorpore a su conciencia, y pase a formar parte de ese mundo que es esa persona… Qué se yo… lo de la guita va y viene, pero imaginar esa posibilidad me es muy emocionante. Me hace sentir que está bien esta, como decía Macedonio Fernández, extraña gratuidad de haber nacido.
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